¡Buenos días👋!

Ya estamos a mediados de agosto, y como es bien sabido, el verano puede traer inesperadas y tempestuosas tormentas.

Ayer, sufrimos de una devastadora DANA que trajo consigo fuertes lluvias y granizo, que como ya te conté en newsletters anteriores, puede ser terrible para las cosechas.

Fue tan grave, que en Ontinyent, un pueblo vecino a tan solo media hora nuestra, el tejado de un supermercado sucumbió ante este fenómeno natural.

Afortunadamente, aparentemente no hubo heridos en este evento, pero queríamos mandar nuestro apoyo y ánimos a todos los afectados por esta tormenta.

El tema es aún muy reciente, por lo que en vez de hablar de las consecuencias de esta tormenta, he pensado que es una buena oportunidad para hablaros de un tema más feliz.

Y pensando en una historia que pudiera alegraros la mañana relacionada con la agricultura y la vida en el campo, se me ocurrió contaros una de mis partes favoritas de la vida en el pueblo.
Gatitos entre las rocas de la pared
Así, escondidos en la pared de nuestro garaje, es como encontramos a esta mamá gata y a sus gatitos, hace ya más de 5 años.

La madre decidió dar a luz en la seguridad que encontró en los huecos entre nuestra pared y el techo, y cuando un día escuchamos los maullidos de los gatitos recién nacidos, decidimos dejarle comida y agua al alcance para que se pudieran recuperar.

Al principio estábamos bastante preocupados, ya que este era un lugar bastante peligroso para unos bebes.

Un día, uno de los gatitos jugando con sus hermanos se calló del muro.

Por suerte, mi mujer estaba cerca y se lo vio venir, por lo que pudo empomar al gatito en mitad del vuelo.
Por supuesto, lo devolvimos en seguida con la madre para que no lo rechazara, y por suerte, los bebes siguieron creciendo tan sanos y fuertes como juguetones.

Y parece ser que de tanto cuidarlos nos ganamos su confianza, ya que de vez en cuando incluso nos dejaban acariciarlos mientras disfrutaban de la cena que les traíamos.
Y aunque al principio temíamos que disputasen el terreno con nuestros gatos, o que nuestro perro les atacase, se ve que la solidaridad no es exclusiva de los humanos, ya que al ver a los bebes, les dejaron quedarse, e incluso en raras ocasiones jugaban juntos. 

Ya que los “dueños de la casa” les habían dado su aprobación, decidimos hacer de su nuevo hogar un lugar más agradable, trayendo cojines y trapos viejos para que tuvieran sitios cómodos donde dormir la siesta en sus sitios favoritos.

Sacar las bicis se había vuelto complicado, pero no les podíamos decir no a estas caritas😻.
Finalmente, cuando ya estaban crecidos y criados, era la hora de decir adiós.

Se fueron a explorar el mundo en busca de aventuras, aunque siempre volvían de vez en cuando a por comida y cariños.

La historia podría haber acabado aquí, sin embargo, una de las gatitas de la camada original decidió seguir las patas de su madre, y cuando llego su hora de formar su propia familia, vino a hacerlo de vuelta a casa.

Y así como si nada, estamos criando ya a la tercera generación, y las que quedan por llegar.

Puede que la vida en el campo sea dura, pero es por momentos como este, que me levanto todas las mañanas afrontando el nuevo día con una sonrisa.
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