¡Muy buenos días!
Espero que comiences esta nueva semana de la mejor manera. Por aquí hemos comenzado como siempre: trabajando 💪🏽.
El campo no da respiro en estas épocas y menos cuando es cosecha de frutas pequeñas, como moras, arándanos y cerezas. Se cosechan a mano una por una ¿Te imaginas? Sí que es todo un trabajo. Es que no es lo mismo si en el proceso intercede algún tipo de maquinaria, a ver, que no hay nada como sentir la fruta entre los dedos para saber si está o no en su punto.
Hablando de esto. Siempre en el campo hay innovación tecnológica y eso es algo positivo, porque sí es de ayuda para nosotros en materia, por ejemplo, de riego. Pero a su vez, hay formas ancestrales de cultivar que no solo funcionan, sino que marcan la diferencia. Y eso es algo que se nota en las frutas y verduras que ofrecemos en Campos del Abuelo.
Como en las moras que estamos cosechando:
Y pensando en esto de que hay maneras infalibles, es que hoy, quiero hablarte sobre los arándanos y las moras que tenemos disponibles en nuestra web. Ya sabes que los arándanos de Antonio son de cultivo hidropónico, te lo conté hace algunas semanas..
Pero no es solo eso lo que hace la diferencia, sino que tanto los arándanos como las moras que ofrecemos son cultivados al aire libre. Y tienen grandes diferencias con aquellos que se cultivan bajo plásticos
Y créeme: no hay nada que supere al sabor de una fruta criada a cielo abierto. Y tú dirás… ¿pero de verdad se nota tanto? Pues sí. Y hoy te lo voy a explicar con detalle, que ya sabes que aquí no hablamos por hablar.
Cuando trabajamos con fruta como los arándanos o las moras, lo primero que se nota entre uno cultivado en el campo de forma natural y otro criado con prisas en un cultivo intensivo, es el sabor. A ver si te puedo hacer sentir la diferencia con palabras.
Los arándanos que crecen en tierras abiertas, expuestos al sol, a la brisa y a los vaivenes del clima, maduran más lentamente. Eso hace que, poco a poco, vayan concentrando mejor sus azúcares naturales, su acidez… y sobre todo, sus aromas. El resultado es un arándano con sabor complejo, equilibrado, de esos que te llenan la boca y te dejan un regustillo que no se olvida. No es sólo dulzor, hay matices, como los buenos vinos.
Ahora compáralo con los cultivados de forma intensiva, muchas veces en plásticos o estructuras artificiales. Ahí todo se controla: la temperatura, el riego, la luz. Todo parece “perfecto”. Pero en esa perfección, el fruto pierde carácter. Tienden a ser frutas más grandes, sí, pero también más aguadas. Con un sabor menos intenso. Más insípido. Como si faltase la historia.
Y si hablamos de textura, pasa algo parecido. Allí donde el arándano crece en un entorno más natural, te ofrece una textura firme, aunque jugosa. Piel fina, pero resistente. En cambio, los del cultivo intensivo suelen tener una piel más blanda y una pulpa floja. Se nota sobre todo si lo guardas unos días: verás que el natural aguanta mejor, sin venirse abajo tan rápido.
Pero no es solo cosa de agricultores tiquismiquis como yo. La gente también lo está notando. En el caso de nuestros clientes, que prueban un verdadero arándano de cultivo tradicional suelen repetir.
Me gusta creer que se está generando toda una corriente de gente que valora lo artesanal, lo que sabe a campo, aunque el fruto sea algo más pequeño o tenga alguna marca del viento. Esas imperfecciones son, para nosotros, medallas de autenticidad.
Y te cuento algo más. Las moras, las de verdad, también salen ganando cuando crecen al natural. No sé si lo sabías, pero muchas moreras silvestres se están cultivando ahora en pequeñas parcelas al aire libre.
En el caso de las de Antonio, que bien sabe que estas plantas son muy salvajes, él coloca una malla que no tiene nada que ver con el plástico. Es simplemente una malla que protege al fruto del calor extremo, pero el aire y la humedad son las que impone la naturaleza. Al igual que los polinizadores que llegan: a las abejas les encantan las flores de las moras.
Esto da frutos con una acidez vibrante, un dulzor que no empalaga y un sabor como el de antes. Son de esas frutas que, cuando te las comes, parece que retrocedes a la infancia, cuando cogías moras del camino con los dedos manchados de púrpura.
Estas moras, al igual que los arándanos criados en condiciones reales de campo, tal vez no ganan en ser perfectos, pero ganan en personalidad. Y para quienes cocinan o elaboran dulces y mermeladas artesanas, no hay comparación. De hecho, muchos cocineros de alta cocina están prefiriendo estas frutas silvestres por su intensidad.
Así que la próxima vez que pruebes un arándano, una mora o, inclusive una de las cerezas de montaña que estamos cosechando en este momento, ten en cuenta que esas frutas han conocido el mismo sol que tú, que no son criadas con los fluorescentes de un invernadero.
Porque eso, aunque no se vea a simple vista, se nota al primer mordisco.
Y aquí, desde nuestros campos valencianos, seguiremos apostando por eso: por el sabor del aire libre. Por frutas con acento natural. Por la tierra tal y como es.
Hasta la semana que viene y...
¡Gracias por estar del otro lado!
Un fuerte abrazo desde el campo