Hola ¡Buenos días!
¿Qué tal va tu semana?
Por aquí… ¿Qué te cuento de nuevo? La verdad es que seguimos igual que la semana pasada: trabajando sin parar 🌱.
Sigo viajando a los campos de mis compañeros agricultores para recoger los productos cuando aún no ha salido el sol.
Sé, {nombre}, que puede parecerte que es mucho trabajo, pero la verdad es que, en mi caso, es algo que me apasiona. Y tanto el equipo como yo lo hacemos con gusto.
Siempre es un placer para los sentidos ir al campo porque, quieras o no, terminas probando el producto y… ¡vamos!, que siempre está bueno.
Como agricultor, sé muy bien que el sabor, el aroma y la textura son diferentes cuando la fruta o la verdura está recién recolectada.
Por eso nos esforzamos para que tú también puedas disfrutar de este placer y cosechamos bajo pedido. Es decir, tu haces el pedido a través de la web, nosotros vamos directo al árbol o a la tierra y cosechamos un producto que al otro día te llega a casa.
Como esta naranja recién cosechada que ves aquí:
Pero, al grano.
Que hoy quiero contarte de la lechuga romana. Hace algunas semanas, cuando las grandes lluvias azotaron Valencia, te conté cómo Alberto y Javi estaban esperando que el viento de Poniente secara las lechugas.
Eso era totalmente necesario porque si el viento no las secaba, iban a tener que desecharlas a causa de un hongo de la humedad, pero el viento llegó, cumplió y las lechugas se salvaron. Casi un milagro.
Pensando en eso, quiero compartir contigo un poco más sobre la lechuga romana, su cultivo y una curiosidad: se la conoce también como lechuga española.
Esto es por una sencilla razón: es la variedad de lechuga más consumida en nuestro país. Pero, digamos, eso no le quita lo romano 😅.
Y eso que, según estudios, ni siquiera proviene realmente de Roma. Algunos afirman que se cultiva desde hace más de 2500 años y que se encontró por primera vez en Egipto, otros dicen que en el sur de Europa.
Pero sobre lo que no hay dudas es de que, en el momento que les llegó a los romanos, la bautizaron… Y de ahí quedó puesto su nombre.
Es curioso ir a la historia de los cultivos porque a veces no dimensionamos el tiempo que llevan nuestros alimentos en el mundo, ni tampoco pensamos de dónde provienen. Y ni hablar de dimensionar el gran trabajo que hay detrás de cada cultivo...
Por ejemplo, sin ir más lejos, en el caso de la lechuga romana, tienes que plantar las lechugas en los caballones previamente hechos a 25 centímetros de distancia.
Es importante que se respete esta distancia para que, una vez que crezcan, no se toquen entre ellas porque sino hay posibilidad de que les agarren hongos. Luego se plantan cada uno de los plantines, uno por uno y luego… ¡A cuidarlas!
Sobre este proceso me ha contado Vicent, que cultiva lechuga romana y otros productos como zanahoria, coliflor y patatas, desde hace muchos años en la Huerta de Valencia.
Porque como sabes, en mi caso lo que más me gusta son las naranjas.
Por hoy te cuento hasta aquí porque toca volver al campo, pero si quieres saber más, te recomiendo este artículo de nuestro blog sobre la lechuga romana o española.
Hasta la semana que viene, un fuerte abrazo