¡Hola, buenos días!

¿Te acuerdas de la Pitaya? Ya ha pasado su temporada, pero hace unos días hablé con Fran, que trabaja hace años con esta planta y me contó sobre lo complejo que es adaptar este cultivo a Valencia. ¡Pero vaya si lo ha hecho!

Esta fruta es una fruta tropical que parece un huevo de dragón por fuera y tiene semillas negras diminutas por dentro. También se conoce como fruta del dragón 🐉 y viene de lugares mucho más cálidos y húmedos, como Centroamérica o el sudeste asiático. Allí los inviernos son más suaves y las lluvias constantes, entonces crecen en un entorno perfecto para su desarrollo. 

Vamos, nada que ver con nuestro clima mediterráneo… Eso sí, lo que crece muy bien aquí son las naranjas y las seguimos cultivando:

Pero volvamos a la fruta del dragón. 

La gran pregunta es, ¿Cómo ha conseguido Fran que esta planta tropical prospere aquí, tan lejos de su clima ideal?

Con mucha cabeza, cariño… y un pincel.

Empecemos por lo práctico. Aquí, el sol en agosto no tiene piedad. Y aunque la pitaya necesita luz, si se pasa de rosca el sol puede quemar sus tallos carnosos. Por eso se instalan mallas sombra: unas cubiertas ligeras que se colocan sobre el cultivo y filtran el sol directo. No es una sombra total, que también haría daño, sino algo intermedio. Lo justo para que la planta respire sin asarse.

Además, bajo la planta, se cubre el suelo con restos de poda y hojas secas, lo que en el campo llamamos "acolchado". Este sistema tan sencillo tiene varios beneficios: mantiene el suelo húmedo durante más tiempo, reduce la temperatura a ras de tierra y, cuando se va descomponiendo, alimenta los microorganismos del suelo.

Todo sin un solo químico. Y es que mantener la biodiversidad de la tierra es una de las bases del manejo ecológico que hace Fran: ni pesticidas ni fertilizantes raros. Solo compost casero y un poco de mimo.

Quizá lo que más me fascina de su cultivo es cómo consigue que la pitaya dé fruto. Porque esta planta no se poliniza sola. En su hábitat natural ese trabajo lo hacen los murciélagos, que se pasean por la noche entre flores buscando néctar y, de paso, dejando el polen donde toca.

Aquí, sin murciélagos tropicales, las abejas no sirven de mucho: la flor de la pitaya es tan grande y profunda, que las pobres no llegan ni a rozar el polen.

Mira qué belleza de flor:

Así que durante la noche en la que la flor de la Fruta de dragón se abre (y sólo lo hace durante una única noche), Fran coge su pincel y va planta por planta, flor por flor, pasándolo suavemente del estambre al pistilo. Así, se asegura de que se forme el fruto.

Es un gesto minúsculo que repite decenas, cientos de veces, bajo la luna. Un trabajo que sería impensable en una explotación industrial, pero que en una finca pequeña y trabajada con respeto por la planta y por el entorno es posible y, sobre todo, da sus frutos… y qué frutos. Dulces, llenos de agua, con esa textura fresca y crujiente. Si has probado la pitaya de Fran, ya sabes de lo que hablo.

Cultivar pitaya en Valencia no es fácil. Pero quizás ahí esté la gracia: en no rendirse a lo convencional, en observar qué necesita una planta y darle justo eso, aunque haya que inventarlo desde cero. En escuchar a la tierra, aunque hable un idioma diferente.

Y si alguna noche de verano ves a un agricultor en medio de un campo, pincel en mano, haciendo de murciélago... no te preocupes. No está loco. Está cultivando el futuro, a su manera.

Recuerda que, aunque ya no es época de Pitaya, tenemos más de veinte productos de temporada para ofrecerte en nuestra web.

Haz tu pedido y recibe cada fruta y verdura recién recolectada, en tu casa.

Gracias por estar del otro lado, hasta la semana que viene, {nombre}.

¡Un fuerte abrazo!

Agricultor

 

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